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Lina Meruane: «El cuidado del medioambiente, tan importante, tan progresista, puede ser usado contra las mujeres.»

Lina Meruane es escritora de ficción, ensayista y profesora de cultura Latinoamericana y escritura creativa. En 2018 publicó en España una nueva edición de Contra los hijos, un ensayo sobre la maternidad.

¿Por qué crees que las madres no son más sinceras con sus hijas sobre las realidades de la maternidad?

Se me ocurren dos posibilidades: una es el olvido de la dificultad o la minimización de la dificultad, otra es el deseo de no desalentar a la hija mientras piensa sobre la maternidad o mientras está embarazada, porque si ese es el mandato de toda mujer para qué asustarla. Esta sería la versión pasiva, la activa, la que más me preocupa, es el adoctrinamiento pro materno, la presión de la madre sobre la hija para que siga sus pasos, quiera o no hijos.

Muchas veces el ser abuelas es volver a vivir un poco la maternidad ¿por qué al ser abuelas muchas vuelven a ofrecer la misma abnegación?

Estamos educadas en el servicio y en una solidaridad mal entendida. Tenemos incorporada la idea de que el único rol posible para una mujer es el del trabajo por y para los demás aun cuando no lo queramos o no tengamos ya la disposición física y mental para hacerlo. Cuidar de todos nos parece lo normal, nos parece incuestionable, y en cierta medida se nos exige. Y esto es más acentuado en la generación de las abuelas, donde había, para ellas, muchas menos alternativas y muy poco espacio para el cuestionamiento de estas normas no escritas.

Ser una madre contemporánea significa seguir teniendo muchas obligaciones pero sobre todo más exigencias.

Absolutamente, esto es lo que yo encontré mientras escribía mi ensayo. Madres más agobiadas y más infelices, porque aun en escenarios progresistas, en el que la pareja se divide las tareas, hay ayudas mínimas por parte de las instituciones y sin duda, muchísimas más exigencias del mundo laboral (que castiga de múltiples maneras a la mujer en edad fértil y a la mujer con hijos), mucha más exigencia de atención, de entretención, de tiempo “de calidad” para el hijo, incluso los colegios exigen más de la madre; a los hijos, en cambio, se les exige cada vez menos.

Acostumbradas a ver a madres que intentan que sus hijas sean lo que ellas no pudieron llegar a ser y a hijas que ven en sus madres ejemplos de lo que no quieren ser, ¿serviría de algo que antes de plantearnos la maternidad, nos planteásemos la hijidad? ¿Qué somos y que hemos esperado como hijas, para saber si seremos capaces de afrontarlo como madres?

Es un planteamiento muy interesante, muy pocas veces se piensa en la hijidad, en los deberes del hije y en el lugar del hije en la familia y en la sociedad. Con demasiada frecuencia se sitúa a la madre como culpable de todo lo que le ocurre a los hijos, y en esta culpabilización han sido cómplices la medicina en general y la siquiatría en particular. Es momento de revisar que le exigimos a las madres y a los padres, lo que descansamos en ella, si queremos, en el futuro, tener maternidades y paternidades sin tanta carga moral.

SE SITÚA A LA MADRE COMO CULPABLE DE TODO LO QUE LE OCURRE A LOS HIJOS, Y EN ESTA CULPABILIZACIÓN HAN SIDO CÓMPLICES LA MEDICINA EN GENERAL Y LA SIQUIATRÍA EN PARTICULAR.

@feminazida escribía un tweet en el que animaba al movimiento feminista a construir “solterías radicales” ¿Crees que el deseo de maternidad está ligado al miedo de quedarnos solas? ¿Crees que podría ser una buena manera de empezar a deconstruir el deseo maternal y ya de paso el amor romántico?

Ese deseo, como todo deseo, tiene muchos orígenes posibles: no solo el miedo y la presión, también las pulsiones y las pasiones. Y los contextos discursivos y las circunstancias políticas y económicas, sin duda inciden también. En relación con lo segundo, tal vez habría que aclarar que la soltería no es lo contrario de la maternidad, sobre todo hoy cuando hay tantísima madre soltera o madre sola. Según leo en el mensaje de feminazida que me adjuntas, esa “soltería radical” parece apuntar a la soltería en términos de pareja, feminazida se lanza contra el “poliamor liberal” y no necesariamente contra los hijos… A mi juicio, el feminismo no debe abogar por una sola opción vital sino por la radicalidad de la manera en que vivimos el pacto por el que optemos: sea en soledad o en comunidad, sea heterosexual u homosexual o poliamoroso, sea con o sin hijos.

EL FEMINISMO NO DEBE ABOGAR POR UNA SOLA OPCIÓN VITAL SINO POR LA RADICALIDAD DE LA MANERA EN QUE VIVIMOS EL PACTO POR EL QUE OPTEMOS: SEA EN SOLEDAD O EN COMUNIDAD, HETEROSEXUAL U HOMOSEXUAL, SEA CON HIJOS O SIN HIJOS.

Como tu apuntas citando a la obra de Elfriede Jelinek: “¿Qué va a pasar cuando Nora deje a su marido?”, se habla poco de ser madre y de clase baja ¿no?

Se habla poquísimo de las mujeres más vulnerables de nuestras sociedades: las cuestiones de clase y de raza caen en la más absoluta invisibilidad aun cuando hoy hay pensadoras más interseccionales. Jelinek, que usa un análisis marxista, nos muestra a una Nora privilegiada que no tiene educación en el trabajo obrero ni relación alguna con la vida obrera. Esa salida de casa que es también una salida de clase resulta imposible para Nora, no está capacitada para sobrevivir en esas circunstancias: por eso fracasa en su intento de liberación y al final regresa al lugar del que salió. Por otra parte, la invectiva de las mujeres obreras es feroz: ellas quisieran estar en sus casas con sus hijos porque para ellas cuidar un hijo es mucho menos trabajo y menos explotación que la fábrica. Es una escena donde la solidaridad es imposible. Donde ninguna mujer, ni de clase alta ni baja pueden ser felices porque patriarcado y capitalismo no solo están aliados sino que son dos aspectos de un mismo sistema. Ese es el gran hallazgo crítico de Jelinek.

Estas teorías nuevas que tú ironizas con el nombre de “Retorno a doña Naturaleza” ¿son un contraataque del patriarcado?

El patriarcado ha usado distintos modos de acción, los punitivos (legislación adversa a la libertad e igualdad de las mujeres) y los seductores (discursos hegemónicos que intentan convencerla de que el patriarcado lucha por ella, que el patriarcado les conviene). De manera simultánea se aplican ambas. Lo que yo argumento en mi ensayo es que, perversamente, ahora nos encontramos con que el cuidado del medioambiente, tan importante, tan progresista, puede ser usado contra las mujeres: después de décadas de un feminismo que niega la determinación biológica de la mujer, nos volvemos a encontrar con un discurso ecologista que mientras nos exige salvar al planeta nos vuelve a hacer, a las mujeres (no a las empresas, no al estado desregulado) responsables de ese rescate, y de paso nos exige desestimar todos los procesos tecnológicos y biológicos que nos liberaron: la leche maternizada y el biberón (“mamadera” lo llamamos en Chile), las vacunas (que evitan las enfermedades de los hijos), los pañales desechables, etcétera, y vuelve a hacernos sinónimo de la naturaleza.

Se habla mucho de que los niños maleducados se han convertido en pequeños tiranos, acostumbrándose a recibir todo lo que desean. Pensando en la gestación subrogada ¿no deberíamos hablar de adultos tiranos que quieren cumplir sus deseos a costa de los derechos del resto? ¿cómo podemos criticar en menores conductas que aprobamos en los adultos?

Por supuesto: la clientelización del ciudadano nos afecta a todos quienes vivimos en sociedades capitalistas. Esta idea de que la única libertad y la única satisfacción reside en el consumo y que si no podemos tener todo lo que queremos hemos fracasado, lo atraviesa todo. Por eso los padres y madres no se resisten a la exigencia de sus hijos, sintonizan con sus deseos de tenerlo todo. En esta lógica, el hijo se ha vuelto una proyección de los padres, un proyecto incluso. Y tener hijos a costa de los demás es parte de esa lógica. Arrendar un cuerpo a bajo costo y conseguir hijos a medida de nuestra ambición, es decir, elegir qué modelo de hijo vamos a tener, físicamente, racialmente, intelectualmente, ya está implementado en las clínicas de fertilidad y es parte de esa lógica de consumo.

Como dice Silvia Allende: “En América Latina hay una efervescencia maravillosa ahora mismo en torno a estas temáticas [la (no)maternidad/la crianza] y cantidad de autoras se atreven a poner las maternidades sobre la mesa, incluso en teatro o en poesía.» ¿Por qué crees que está ocurriendo esto?

Lanzo una conjetura, porque no lo he pensado hasta ahora: a las escritoras les ha costado mucho ser reconocidas en un espacio, el literario, dominado no sólo por los hombres sino por los temas de su interés. Una escritora que escribiera sobre cuestiones de su propia experiencia, el amor, la amistad entre mujeres, la especificidad de su cuerpo y la maternidad no lograba ser considerada literaria. Esto empieza a cambiar a fines del siglo pasado, y al ingresar al espacio literario, nuestras predecesoras, las escritoras de las nuevas generaciones han reivindicado el derecho a contar el mundo propio. Eso que no estaba contado de pronto genera mucho interés, precisamente porque había un vacío ahí, un vacío del que sólo se habían ocupado las críticas, las académicas, recién ahora aparecen esos temas en un espacio más amplio de la producción cultural. No digo que todas esas escrituras tengan la misma calidad, por cierto que no, lo que digo es que estos temas ingresan al campo literario. Ya era hora de que se levantara la veda.

¿Nos recomiendas lecturas que hayan sido importantes para ti?

Importantes, muchísimas. Les menciono solo algunas como lectura necesaria: la obra literaria de Diamela Eltit, a Elfriede Jelinek, a Clarice Lispector, y entre los libros recientes que me han impresionado, los de Ariana Harwick, Samanta Schweblin, y Leila Slimani. Entre las ensayistas, Carla Lonzi, María Moreno, Rita Segato y Silvia Federici. Son muchas entre una enorme cantidad de escritoras fabulosas, y tengo mi repisa llena de libros escritos por mujeres que estoy esperando tener más tiempo para leer.

 

AINHOA Y ALBA PÉREZ

Fotografía: Loreto Palavecino

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